Una toxiinfección alimentaria es una enfermedad gastrointestinal causada por consumir alimentos contaminados. Se diferencia entre infección (causada por el microorganismo en sí) e intoxicación (causada por una toxina producida por el microorganismo). Los grupos de mayor riesgo son los niños, ancianos y enfermos. Los alimentos se clasifican por su susceptibilidad en perecederos (carnes, pescado), semiperecederos (conservas) y no perecederos (pasta, azúcar).
Incluyen micotoxinas de mohos (termoestables), metales pesados (plomo, mercurio) que se bioacumulan, acrilamida (se forma al cocinar alimentos con almidón a altas temperaturas) y residuos de productos fitosanitarios o medicamentos.
Un brote epidemiológico ocurre cuando dos o más personas enferman por el mismo alimento. Ante un brote, se debe comunicar a la autoridad sanitaria, recopilar información y conservar muestras.
El plato o muestra testigo es una ración de comida de al menos 100g, guardada para su análisis. Es obligatorio en colectividades de riesgo (hospitales, residencias). Debe identificarse con la fecha y conservarse un mínimo de siete días en refrigeración (a 4°C o menos) o congelación (a -18°C o menos).