La línea o cadena fría es un sistema moderno que disocia el tiempo y el espacio entre la elaboración y el consumo. Los alimentos se cocinan con antelación y se conservan en frío (refrigeración o congelación) hasta que se necesiten.
El proceso clave de este sistema es la regeneración: justo antes de servir, los platos se calientan rápidamente hasta alcanzar la temperatura de servicio (mínimo 65°C).
Sus principales ventajas son una mejor organización y planificación, la posibilidad de centralizar la producción en una cocina central para abastecer a varios centros satélite, y un mayor control de la calidad y seguridad alimentaria.